martes, 5 de abril de 2011

A Different Love (José A. Basulto)

Como —Evidentemente— me quedé sin nada que subtitular les dejo acá una historia, una estupidez la verdad nada interesante, algo que escribo en mis momentos de ocio, el primer capítulo. Bueno no es necesario que la lean pero si están aburridos como yo entonces adelante, no perderán nada, bueno tal vez tiempo (risa).




Capítulo 1: Farías

                En algún lugar del mundo, al sur de algún país, vivía Farías, un joven de ojos azules, cabello negro, una estatura de más o menos 1,76cm de 15 años y delgado, era una persona de pocas palabras, calmado, inteligente, pero sobre todo alegre, siempre preocupado de los demás más que de él mismo, a pesar de todo de ello no era una persona de muchos amigos, por lo general no era él quien iniciaba una conversación, generalmente sus conversaciones  diarias eran un “hola, ¿qué tal?” y un “adiós, hasta pronto” como saludo de sus vecinos y a veces compañeros de curso, y cuando no era eso era que le contaban o le hablaban algo pero él solo escuchaba, pocas veces abría la boca para dar una pequeña opinión o agregar algún comentario respecto al tema, así era Farías callado, demasiado a veces, excepto con la señora Rosita con quien hablaba de todo sin parar ni medirse, esta señora era una anciana humilde que vivía en la casa de alado de Farías, cuando Farías era más pequeño y sus padres salían por cuestiones de negocios (casi todo el tiempo) lo dejaban a cargo de la Señora Rosita por lo que Farías ya veía a esta ancianita como su propia madre. A Farías le fascinaban los libros y habían formado gran parte de sus conocimientos actuales y alimentado su gran imaginación desde muy pequeño, siendo un chico poco interesado en la tecnología su vicio eran los libros, por lo que pasaba sólo en la biblioteca de la escuela y cuando no en alguna que otra biblioteca pública, luego de ello pasaba siempre a la casa de la señora Rosita donde compartía con ella todo lo que había hecho durante el día, le contaba qué cosas había hecho en la escuela, qué libro había leído y diferente tipo de cosas así, pero siempre había algo nuevo de qué hablar, luego de las grandes y divertidas charlas junto a la ancianita antes de dormir se servían una taza de té y allí Farías se quedaba hasta que la abuela se quedara dormida, cuando eso ocurría él se iba hacia su casa y podía dormir tranquilo sabiendo que la anciana estaba bien.
                La señora Rosita sabía que a sus noventaiséis años de vida no le quedaba mucho tiempo entre los vivos, una tarde cuando Farías regresaba de la biblioteca de su escuela pasó como lo hacía comúnmente a la casa de la Sra. Rosa, esa tarde fue especial, el día parecía haberse comportado de manera extraña durante su transcurso, las aves cantaban alegres pero con un tono sereno en la mañana y al atardecer las hojas de los árboles ya en otoño caían con suavidad, el viento era frío pero los abrigos de Farías le mantenían en calor y hacían que el frío hasta llegase ser agradable, aquella tarde la anciana tenía una cara cansada pero con una mirada llena de paz y serenidad, parecía estar en calma y se veía realizada, Farías no la había visto nunca con esa mirada tan tranquila y serena que con tan solo mirarla hacía que él se relajase, sin prestar más atención a ello comenzó a hablar como lo hacía siempre, y como siempre ocurría la Sra. Rosa se dedicó solo a oír las palabras del muchacho, parecía oírlas con más alegría que otros días y las atesoraba segundo a segundo, palabra a palabra, sentía que serían las últimas que escucharía y quería llevárselas de algún modo con ella cuando partiera, al terminar la plática luego de un sorbo de té sombrío dijo: “Hijo mío, tu sabes la edad que tengo y que ya he vivido mucho, más de lo que hubiera imaginado vivir, sé que ya no me queda mucho tiempo acá y solo quiero decirte una cosa antes de mi partida; Sin importar cómo lo hagas o qué hagas para ser feliz, sé feliz, recuerda que nadie tiene derecho a decidir por ti, haz sido dotado con un cerebro y sentimientos para que puedas decidir por tu propia voluntad, tú eres dueño y responsable de cada una de las acciones y decisiones que tomes en tu vida así que nunca dejes que alguien más te ordene que hacer pues el responsable de tus acciones y decisiones eres tú y nadie más que tú, a lo largo de la vida no importa lo que hagas serás criticado, las personas son así nunca estarán conformes y siempre hallarán algún defecto o algo de qué quejarse así que no importa si haces las cosas bien o mal porque no importa de la forma en que lo hagas siempre habrá alguien a quien no le guste, así que haz las cosas a tu manera y sé feliz, vive tu vida por ti y no por los demás”. El chico escuchó atento cada una de las débiles y frágiles palabras que salían ya sin aliento de la boca de la anciana ya débil y cansada por el largo día, al terminar de decirlas la abuelita cerró sus ojos y durmió, Farías apagó la luz de la habitación y se fue a su casa sin saber que éste sueño de la abuelita iba a ser el último de su vida, el llamado “Sueño eterno”. A la mañana siguiente cuando Farías cuando Farías se levantó aquél día domingo vio a otra vecina preocupada por que la señora Rosita no respondía al llamado de la puerta, generalmente esta señora no tardaba en responder a la puerta fuera la hora que fuera, Farías salió a la calle a preguntar qué estaba pasando cuando la vecina le comentó lo que sucedía, con una intuición dentro casi inconscientemente y al instante, ingresó en su casa y agarró una copia de las llaves que la anciana le había facilitado, se dirigió a la casa vecina e ingresó, allí, pálida, con sus ojos cerrados y una sonrisa en su rostro la ancianita yacía muerta en su cama, en su mano una nota que decía: “Sin importar cómo, sé feliz”. Después de aquel día Farías ya no volvió a ser el mismo chico alegre que una vez fue, se volvió más solitario de lo que ya era, y se encerró con más fuerza entre las cuatro paredes de la biblioteca que parecía ser su refugio contra todo, allí encerrado entre las cientos de miles de historias que se encontraban en los libros Farías había creado un mundo de fantasía para alejar la realidad, la dura realidad que lo mantenía al borde de la desesperación, el lugar que vio crecer su imaginación, vio construir sus sueños y conocimientos ahora veía como desesperadamente el chico buscaba un refugio. Luego de ese día Farías no volvió a sonreír ni sentir amor por nadie, su vida se iba haciendo cada vez más miserable y hundido en un pozo de desesperación y depresión parecía que la vida de este chico llegaría a su fin pronto, el ser hijo único y la ausencia y despreocupación de parte de sus padres hacia él hacían que las cosas ya no tuvieran mucho sentido, a menudo se preguntaba para qué había nacido y por qué vivía aún si ya no le hacía falta a nadie. A pesar de que a Farías no le faltaba nada, en lo que al tema económico se refiere, puesto que sus padres tenían buenos trabajos y se podría decir que eran de familias adineradas, Farías tenía todo lo que cualquier chico de su edad quisiera, tenía celular de último modelo, una computadora genial, vídeo juegos de última generación, tenía de todo, claro que nada ocupaba, solo los mantenía allí para recordarse que sus padres no le querían y la prueba era esa, los regalos que le hacían y como le regalaban tantas cosas lujosas sin saber lo que él en verdad quería, tantos artefactos electrónicos carísimos cuando él solo se conformaba con un simple libro, y a pesar de que parecía tenerlo todo y podría tener una vida que para muchos sería envidiable a Farías le faltaba algo, le faltaba o más importante en su vida y eso era el amor.
                Ya faltaban pocos días para s cumpleaños, que sería el mismo día que ingresaba a clases en la escuela San Gabriel, volvería a ver las mismas caras viejas de sus compañeros, los mismos rostros desanimados de sus profesores, la misma vieja, tonta y aburrida escuela, a excepción de su biblioteca, todo lo mismo a excepción de su nuevo compañero de puesto; un chico rubio de ojos verde esmeralda, más o menos de 1,70cm y de mirada fría como el hielo, Farías quedó mirando por un rato a este muchacho quien le hacía sentir una cierta especie de familiaridad, su mirada era la misma que tenía él antes, una mirada fría pero cálida y humilde si sabías contemplarla, la vida en el día de su cumpleaños había puesto a este muchacho en su destino, y de esa manera la vida como la conocía Farías cambiaría radicalmente.

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